viernes, 28 de julio de 2006

OPINIÓN: "Otra patraña peronista"

por Dr. Diego Barovero


El constante cacareo de los propagadores del credo político del "gran argentino que se supo conquistar a la gran masa del pueblo combatiendo al capital" (sic) han instalado en el imaginario colectivo argentino la convicción de que el justicialismo es el partido de la justicia social.

Existe en la sociedad argentina una fuerte inclinación cultural hacia el ideal de la "movilidad social ascendente" y por se identifica al movimiento fundado por "el primer trabajador" como la expresiòn política que siempre favoreció esa aspiración popular. Ayudan en ese sentido los recuerdos de muchas primeras navidades con sidra, pan dulce y juguetes obsequiados por la Fundación "Segunda Esposa del Coronel-Presidente"; los primeros aguinaldos y vacaciones en hoteles sindicales de Mar del Plata y demás hitos litúrgicos.

Ocurre que la historia, los historiadores, los difusores y propagandistas del ideario peroniano han omitido deliberadamente hechos, circunstancias y personalidades que confirman aquella tendencia hacia la "movilidad social ascendente" aunque de dudosa génesis.

Vale decir, a la sombra del matrimonio fundador del movimiento crecieron y se desarrollaron retoños políticos que, de origen humilde, supieron ganarse un sitial en la constelación de los millonarios. Allí está sin ir más lejos el testimonio viviente más concreto: el ex enfermero Jorge Antonio devenido en multimillonario con el negocio automotriz en tiempos de la fiestas peronista. Tiempos de ascenso fácil en la escala social argentina si se gozaba de algún tipo de vínculo con el círculo oficial: los tiempos de los permisos de importación, de la radicación de la Kaiser y la Mercedes Benz, del IAPI, de la dictadura económica de Miguel Miranda, de la omnipotencia del señor de los medios Raúl Apold, de los parientes en ascenso, de doña Juana ataviada con costosísimas joyas y pieles jugando en el casino de Mar del Plata y de Juancito tirando manteca al techo rodeado de las más caras meretrices.

El tiempo pasa, las circunstancias cambian, pero fieles a su origen histórico, los peronistas, ya fueran de cuño menemista, duhaldista y kirchnerista han demostrado su habilidad congénita para promover el ascenso de una casta de nuevos ricos que hoy no pueden siquiera justificar sus evoluciones patrimoniales pero que sin embargo no dejan de perorar en favor de los humildes.

Los Menem, los Duhalde, los Ruckauf, los Lastiri, los Manzano, los Kirchner. Se han difundido recientemente las declaciones juradas del actual presidente y de numerosos funcionarios de su administración, con sospechosamente escasa repercusión mediática salvo "La Nación".

Produce auténtico asombro observar cómo reditúa el mero desempeño de funciones en la administración pública, que al fin y al cabo no se les conoce oficio o profesión a la que se hayan dedicado en los últimos lustros, ocupados como estaban en el desempeño de funciones públicas los De Vido, los Alberto Fernández, los Albistur y hasta los ex piqueteros devenidos en servidores públicos como Luis D'Elía, que ostentan una situación patrimonial digna de empresarios florecientes.

El presidente declara un patrimonio cercano a los siete millones de pesos y propietario de unos veinte inmuebles...su antecedente inmediato antes de desempeñar por dos décadas el poder municipal, provincial y nacional fue la ejecución hipotecaria de deudores de la malhadada Circular 1050 de los tiempos de Martínez de Hoz.

Ante tanta hipocresía vale recordar una anécdota del Perón de los años cincuenta, en plena crisis económica y agotada su propia capacidad renovadora; cuando le plantearon que un ex colaborador cercano de su primera presidencia la estaba pasando mal económica y financieramente. Chacotón y desprejuiciado respondio: "Y qué hizo ese pelotudo mientras fue ministro?".

He ahí la auténtica esencia del peronismo...¡"combatiendo al capital"!

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