Por ENRIQUE PEREIRA *
El 26 de Julio de 1890 se inscribe en la historia nacional como la jornada inicial de una protesta armada de ciudadanos argentinos que lucharon para intentar que se implantara la democracia en la Argentina.
Leandro Alem fue el jefe de esa gesta de finales del siglo XIX, hecho cruento que, si bien tumbó al nepótico gobierno de Juárez Celman, no fue lección suficiente para los integrantes del “régimen falaz y descreído”, que siguieron aferrados a sus posiciones mediante el fraude y la marginación del pueblo para la elección de los mandatarios y legisladores, a todo nivel. Tampoco cejaron, pese a las revoluciones radicales de 1893 y 1905.
Los avatares de la Revolución del 90 son demasiado conocidos como para narrarlos y, menos aún, en unas pocas líneas.
Baste decir que la intransigencia doctrinaria, la austeridad a toda prueba y la negativa sistemática a “prenderse” en algunas posiciones, entre ellas varios ministerios, con las que el régimen tentó, por décadas, a la dirigencia de la UCR, dio sus frutos, ante el agotamiento y decadencia del sistema imperante que, literalmente, estaba colgado de un pincel, viéndose obligada a dictar una ley que implantaba el sistema republicano y democrático en nuestro país.
Sin embargo debe recordarse que los que entonces gobernaban de esa manera ilegítima estaban convencidos de que el pueblo los amaba y, por ello, resultarían triunfantes en una libre confrontación.
A poco, sin embargo, las urnas reflejaron la voluntad popular y la “chusma radical”, como la denominaron, alcanzó, en Santa Fe (1912, con la fórmula Manuel Menchaca - Ricardo Caballero), en Entre Ríos (1914, con Miguel Laurencena - Luis L. Etchevehere) y en la Nación (1916 con Hipólito Yrigoyen - Pelagio Luna) los gobiernos que demostraron cabalmente que la única forma de conducir un país, es mediante el sufragio.
Los desalojados por el voto nunca aprendieron la lección que les dio el pueblo y la ley.
En definitiva, en un nuevo aniversario de aquellos días tremendos del 90, hay dos maneras de recordar la fecha: una decir algo para la ocasión, de la boca para afuera, y otra —que estimo más auténtica— fomentando la fortaleza en las ideas forjadoras de la UCR y recordando, por ejemplo, que Hipólito Yrigoyen prefirió (y lo hizo) disolver el Comité de la UCR de la Provincia de Buenos Aires antes que engancharse a un candidato presidencial que carecía de afinidad con los ideales del radicalismo. Aquello que expresó en 1916 “Que se pierdan cien gobiernos, pero que se salven los principios”, todavía no ha sido derogado. ¿Alguien se atreverá a hacerlo en la UCR?
(*) Rector de la UCR de Entre Ríos. Secretario de RR.II. de la Convención Nacional de la UCR.
1 de abril de 1928. YRIGOYEN PLEBISCITADO
Hace 6 años.
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