lunes, 14 de agosto de 2006

OPINIÓN: "Peleando con Perón"

Por René Balestra





"Decir una mentira es un pecado minúsculo. Vivir una mentira es una tragedia colosal."
A .S. Neill

ROSARIO

Decir que la simulación está tramada en el tejido más íntimo de la política es un pleonasmo, es decir, una reiteración verbal innecesaria por lo obvio. En la política de nuestro país y en la de cualquiera. La simulación no es tampoco un ingrediente exclusivo de ese campo, sino de la existencia humana. Por carácter transitivo, la política recibe ese aluvión histriónico. Pero existen grados y la clave de todo está, como en otros órdenes de la vida, en la cantidad.

Se trata -ni más ni menos- que de analizar el grado y la intensidad de la simulación política de nuestros días y en nuestro propio país.

Cuando el último 25 de mayo, en la plaza homónima, el doctor Kirchner toma el micrófono y lo primero que dice es: "Volvimos a la plaza", ¿a quién se lo dice y por qué lo dice? No se necesita ser un avezado analista de la realidad argentina para saber que se lo está diciendo a Juan Domingo Perón. Nuestro presidente pertenece a la generación de jóvenes que en ese entonces fueron expulsados de esa plaza por el creador del justicialismo.

El presidente actual continúa el combate ideológico con el presidente muerto. Y esto tiene, a nuestro criterio, una clara explicación. La confusión viene de una cantidad de intereses y de personajes que, en su momento, participaron en la formidable simulación e hicieron usufructo de ella. Son los que hoy continúan viviendo de esa tramoya o los que intentan lavar, a posteriori, su propia participación en la mentira del setenta.

Asistimos en nuestros días a un intento ciclópeo de reinventar la historia. Hay una marquetería que quiere limpiar la inmensa ola criminal que asoló las cabezas de una generación de jóvenes argentinos que repitieron -una vez más- lo que había sucedido en Rusia, en Italia y en Alemania unas décadas antes.

El promedio de edad de los que manejaban las cámaras de gas en los campos de concentración nazis iba de los 19 a los 23 años. Ser jóvenes no significa, necesariamente, pertenecer a una generación maravillosa. Los nuestros tampoco lo fueron. Adhirieron a la acción directa, al crimen, al rapto, a la tortura. El comportamiento que habían maquillado frente a los gobernantes usurpadores del Estado lo continuaron usando durante el gobierno plebiscitado del hombre en nombre del cual decían actuar.

El doctor Kirchner pertenece a una generación de inventores. Los que inventaron un Perón -o pretendieron inventarlo- que nunca existió. Esa fantasmagoría de laboratorio repitió una vez más una larga historia: el invento suele terminar dañando al inventor. Sólo que en el caso argentino sumió al país en un pantano de sangre de cuyas consecuencias todavía no hemos terminado de salir. Esa generación fascista no podía ignorar quién había sido, quién era y quién sería siempre, hasta el último día de su vida, Juan Domingo Perón. Por otra parte Perón no se disfrazó nunca. Las masas lo seguían por lo que había sido y continuaba siendo; no por protagonizar un personaje inventado de revolucionario maoísta. Esa "invención" nunca fue sincera: se trataba de llegar, captar y utilizar a las mayorías que le eran fieles. El argumento ingenuo de creer que los jóvenes adherían al proscripto de las dictaduras gobernantes por encarnar él lo contrario, no alcanza o sobra. Perón no era una esperanza, sino una realidad que juntaba, y juntó siempre, a Tacho Somoza con Stroessner, a todos los dictadores latinoamericanos con Francisco Franco. La autenticidad de Perón estuvo en negarse sistemáticamente a viajar a Cuba, a Rusia o a China. El chisporroteo verbal del creador del justicialismo formaba parte de su formidable capacidad para usar a los otros y no dejarse usar.

En medicina se habla de la etiología de una enfermedad, queriendo señalar con esa palabra la naturaleza más auténtica de ella, la causa de su aparición, que se expresa a través de síntomas que le son propios y exclusivos y que la identifican para el diagnóstico.

En política, si se nos permite la utilización del término, existe también una etiología justicialista, una radical, una socialista, una conservadora. Es la manera en la que se manifiestan, en virtud de que tienen un origen espiritual o emocional, los que adhieren a esas ideas. Hay un modo de ser que identifica a los personajes.

Los argentinos de nuestros días, sin necesidad de practicar inventarios, sabemos que la crisis consiste en que ciertos protagonistas que "están" en determinadas corrientes de las señaladas se niegan a "ser" lo que dicen.

Aunque esto suene a colosal paradoja, el Presidente se resiste a sentir como propio el peronismo añejo. Nos apresuramos a señalar que lo añejo, en estos casos, no es lo viejo o inútil, sino lo típico. En lo que se refiere al peronismo viejo por lo rancio, por lo acabado, por lo inoperante, el Presidente tiene en sus mochilas un generoso muestrario que no consigue disimular y que utiliza cotidianamente.

El combate del presidente actual con el presidente muerto es una tentativa imposible. El Perón, real, concreto, cierto e inmodificable es -y lo será siempre- el que los expulsó de la plaza. Y lo hizo porque en su fantástica aptitud de manipulador los usó en su momento y los repudió cuando lo creyó necesario. Fue -en su día- una pelea de pícaros. Triunfó el más hábil. Los herederos de aquel combate que piensan ingenuamente que tienen asegurada la fortuna del "viejo", en realidad están usufructuando un veranito pasajero.

El autor es profesor universitario y escritor. Entre sus libros se cuentan La idea de República y el temor a la democracia y Testigo involucrado .

Publicado en "La Nación" 14/08/2006

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