lunes, 7 de agosto de 2006

OPINIÓN: "El peronismo fagocita el sistema político"

por DIEGO BAROVERO
www.diego-barovero.blogspot.com


Una verdad comprobada de la tradición política argentina es que el peronismo es un factor fagocitante en la vida política e institucional. En efecto, a lo largo de su propia historia es posible comprobar esta capacidad arrasadora que ha caracterizado al movimiento fundado por "¡Mi General/Cuantó valés!" por absorber a sus aliados y adversarios, propendiendo en forma permanente a la consolidación de un modelo hegemónico cercano al sistema de partido único.
En el verano de 1946, cuando el coronel de la sonrisa construía la coalición de partidos que lo llevaría al poder, logró sumar el aporte de una fracción radical denominada UCR - Junta Renovadora (Que le aportaba el candidato a vicepresidente en el desteñido alvearista Jazmín Hortensio Quijano), un Partido Independiente que recogía despojos del tronco conservador bonaerense (Y del que surgiría el inefable Camporita a quien la "Juventud maravillosa" vería veinte años despues como el iniciador de la "patria socialista") y una agrupación inspirada en los modelos socialdemócratas europeos, que adoptó el muy británico nombre de Partido Laborista estructurada sobre la base de algunos gremios pero capitaneada por Cipriano Reyes y Luis Gay.
Las pujas constantes para la conformación de listas y, luego de la victoria electoral, para la obtención de espacios en el nuevo esquema de poder, convencieron al líder dela necesidad de refundir todas las vertientes que lo apoyaban para confluir en el Partido Unico de la Revolución, que más tarde adoptó la poco ortodoxa pero más sincera y simple denominación de Partido Peronista.
El proceso implicó no solamente la sumatoria de partes sino una auténtica purga tendiente a homogeneizar el instrumento político del proyecto de Perón. ¡Que lo diga Cipriano Reyes si no!
Pero no solamente con sus partidarios el peronismo actuó como agente de engullición. A sus opositores les aplicó históricamente la técnica de la absorción que los dejara vaciados de contenido y significación.
En los años de apogeo de "La fiesta peronista" a los conservadores y a los socialistas primordialmente, mediante astutas estratagemas como la de recibir en audiencia a sus líderes como a Reynaldo Pastor y a Enrique Dickmann, dejándolos en el aire frente a sus conmilitones y provocando sendas crisis en los respectivos partidos.
Solamente la Unión Cívica Radical pudo sobrellevar el trance de ser el principal partido de oposición al peronismo sin perder su identidad. Sin embargo, producida la Revolución Libertadora que derrocó el gobierno de Perón, la UCR estalló en una división que, no obstante, no puso en peligro su supervivencia.
Durante el largo período de la proscripción peronista y bajo el influjo de la tendencia frentista proclamada por el líder en el exilio, el movimiento formó parte de numerosas coaliciones electorales con otros partidos de diversas tendencias pero que actuaban como satélites del sistema peronista, prodigándole la cobertura legal adecuada para superar la prohibición.
El Frente Nacional y Popular en los años sesenta y el Frente Justicialista de Liberación en los años setenta, fueron las herramientas electorales que facilitaron al movimiento proscripto la participación en los procesos comiciales.
Sus aliados, el Partido Conservador Popular de Vicente Solano Lima, la Unión Cívica Radical Intransigente y luego el Movimiento de Integración y Desarrollo que acaudillaba el ex presidente Arturo Frondizi, fragmentos demócratas cristianos (José A. Allende) amén de algunos desprendimientos nacionalistas y partidos socialistas menores, pasaron de ser convidados de piedra a simples antipastos y entradas de la gran comilona peronista que terminó por asimilarlos en su sistema gastrointestinal.
Con el retorno de la democracia en 1983, el peronismo volvió a ensayar su modelo frentista con los resultados conocidos para sus circunstanciales aliados: siguieron siendo el primer eslabón de la cadena alimenticia.
La novedad de la década de los noventa vino de la mano de uno de los herederos del ´"primer trabajador argentino": un riojano que prometió salariazo y revolución productiva y terminó aliado con la más rancia derecha neoliberal, cuyo adalid histórico era el ingeniero Alvaro Alsogaray. Este último había logrado conformar un partido político con sentido republicano con inserción en el electorado urbano de centroderecha que hizo digno papel en tiempos de Alfonsín, logrando la hazaña de conformar un bloque de legisladores nacionales y ser la tercera fuerza a nivel nacional en las elecciones de 1989, con alrededor de un millón de votos.
Todo ello fue arrojado por el capitán ingeniero y su hija a las gigantescas fauces del peronismo menemista, en aras del triunfo de las ideas liberales asumidas voluntariamente por la nueva identidad peronista, aunque en buen romance el precio fue la participación de las migajas que caían de la mesa de la privatización de empresas estatales y la renegociación de la deuda externa.
Otro "aliado" del peronismo bonaerense, otrora esperanza de la izquierda popular y nacional, el Partido Intransigente del ex gobernador Oscar "Bisonte" Alende, pagó con sun propia subsistencia el precio de las reiteradas diputaciones de su valetudinario fundador.
El llamado "pacto de Olivos" que permitió la reforma constitucional de 1994 merced al entendimiento entre el presidente Carlos Menem y el ex presidente Raúl Alfonsín, si bien no implicó un "acuerdo" en términos electorales entre ambas fuerzas políticas, fue suficiente para que el radicalismo oblara el alto precio de su acercamiento al peronismo perdiendo el importante ascendiente que tenia en su tradicional electorado y relegándolo por primera vez en su dilatada historia a un triste tercer lugar en la elección presidencial de 1995 con la candidatura de Horacio Massacessi.
Luego vino el tiempo de la Alianza que llevó a De la Rúa a la presidencia con el apoyo del mediático Frepaso - constituído por hilachas peronistas - y como consecuencia de la crisis institucional del 2001 y la pésima votación presidencial de 2003, la UCR o gran parte de sus principales dirigentes parecen haber adquirido voluntad de plato principal en el menú peronista.
Con la excusa de la "concertación plural" convocada por el presidente Kirchner, algunos dirigentes de la boina blanca sueñan con revalidar títulos en sus respectivos distritos colgados de la boleta del "peronista bueno" que creen ver en el primer mandatario.
Gobernadores e intendentes radicales K, recibieron de parte del veterano líder radical Raúl Alfonsín el arcaico calificativo de "chambones". Apelativo que no les sería aplicable, claro, si acataran mansamente la claudicación de proclamar la candidatura presidencial de otro peronista - aunque excluído de la galaxia del poder kirchnerista - el ex ministro de economía Roberto Lavagna.
Una y otra postura reflejan la falta de sentido político que aqueja hoy al que debería ser el principal partido de oposición y factor de equilibrio del sistema institucional.
La resignación por parte del radicalismo de su papel de garante del sistema republicano y alternativa opositora al gobierno fue motivo de surgimiento de partiditos y microemprendimientos políticos surgidos de incubadoras mediáticas.
Si recupera su vocación por la historia y su fidelidad a los principios que le dieron origen hace 115 años, el radicalismo puede volver a ser factor aglutinante de la opinión sana del país para concretar el ideal de la república democrática en la que la libertad y la igualdad no sean antagónicas.

1 comentario:

Matías Bailone dijo...

Diego, felicitaciones por el blog. Y por este artículo.
El peronismo fagocita el sistema político porque es la antipolítica, como decía René Balestra en aquel artículo en La Nación sobre seguir dando vueltas a la noria.

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