miércoles, 1 de abril de 2009

"Nos hemos quedado solos"


Por Javier Calvo Martín -especial desde España-


Hoy me quedé dormido. Algo más que el cansancio me había sostenido en los brazos de Morfeo en detrimento de mi próstata y de mis responsabilidades. Fue mi esposa quien, radio bajo almohada mediante, me despertó con un alarmista: "Se murió Alfonsín", sí con el "se" adelante de la frase, como si el aludido hubiera tenido responsabilidad en el hecho. Lo cierto es que escuchar noticias de la Argentina por las radios españolas nunca es para bien, pero algunos adjetivos y el tratamiento general de la noticia, fue sorprendente. No quise oir nada más, ni quise abrir internet para ver los periódicos digitales argentinos, es más, me quedo con la duda momentánea de saber si su deceso fue el 31 de marzo (palíndromo de su natalicio) o 1º de abril (70º aniversario de la victoria fascista en la España del 39, 101º del glorioso San Lorenzo de Almagro). Sólo quería mantener ese sentimiento de desolación y compartirlo con amigos del presente y del pasado. Distarán estas letras de una necrológica usual, ya las elegías estában convenientemente preparadas gracias al tiempo que permite el cáncer cuando deviene en terminal, sólo confesaré mis impresiones que podrán ser consideradas exageradas o, tal vez, permitan la catarsis que no tuve cuando perdí a mi viejo hace ya poco más de dos años, también a diez millones de metros de su lecho de muerte. Un padre no se elige. Está ahí. Sabés que es tuyo y que siempre responderá por vos. Nuestra fascinación infantil se va tornando en cuestionamiento adolescente, en desdén juvenil, en apartamiento en la adultez para tornar en reconocimiento a medida que las canas nos cubren o la frente se agiganta. La relación con el padre es sinusoidal, hay más y hay menos, picos y valles, amores y odios, pero lo que siempre, siempre hay es una marca: un padre nos marca, más por su existencia que por transmisión genética. Perderlo antes o después, lejos o cerca, no diluye su impronta, sólo disminuyen los momentos compartidos. Es cierto, no siempre se termina queriendo al padre, ni siguiendo sus pasos, pero es obvio que nos condiciona de por vida. A este "padre" que se fue en estas horas, me lo "presentó" el que se fue hace dos años en un comité de Mar de Ajó allá por el 72, al que me llevó para oir el discurso de un tipo que se enfrentaba al inevitable peronismo. Con casi los once años que hoy tiene mi hijo menor, miré todo eso sin entender nada, pero él ya "estaba" ahí, en el 82 fue la época de mis paseos por la calle de su mano, ya en el 85 empezaron los desencuentros y las rebeldías adolescentes al caer las bombas australes de la economía de guerra, los noventa nos fueron alejando y mi exilio me alejó en cuerpo y me acercó en alma, valorando, como todo hijo que, si bien el padre puede pifiarla, lo hace con la sensación de estar haciendo lo mejor por sus hijos, aunque no lo entiendan. Hoy la Cadena Ser decía que había muerto el "Padre de la Democracia Argentina", un exceso que sonrojaría al propio aludido, prefiero decir que ha muerto el padre de mi generación o, que ha muerto mi otro padre, o que ha sido la otra muerte de mi padre, la que me permitió llorar la primera. De todas formas y como se catalogue, me quedo con la frase cinematográfica de José Sacristán: "Nos hemos quedado solos..."

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