domingo, 12 de noviembre de 2006

HAY ESPERANZA, HAY UCR

La vida de los partidos políticos democráticos se va jalonando con hechos que, por su trascendencia interna y hacia el conjunto de la sociedad también, los van dotando de legitimidad.
Sin dudarlo, la Unión Cívica Radical, único partido político nacional sobreviviente del sistema de partidos, no escapa a esa regla, para su orgullo.
Así, la Revolución de Parque que hirió de muerte al régimen encarnado en el Unicato; las revoluciones radicales de 1893 y de 1905, que junto con la abstención y la intransigencia abrieron el cauce a la nueva ley electoral; el acceso de Hipólito Yrigoyen al gobierno y la consolidación de la democracia representativa; la Reforma Universitaria; la creación de YPF y la nacionalización del petróleo; la histórica defensa de la libretad y la república encarnada por el legendario Bloque de los 44; la Convención de Avellaneda y la modernización doctrinaria; el compromiso de Crisólogo Larralde con los derechos sociales y su inclusión en la Constitución Nacional; el ejemplo cívico y de austeridad democrática del Presidente Illia; la vocación republicana y de unión nacional de Ricardo Balbín; la consolidación del Estado de derecho y la defensa de los derechos humanos de Alfonsín, son páginas irrenunciables de la historia política de la UCR que enriquecieron la historia de nuestra Patria.
Por eso cobra tanta trascendencia la Asamblea Nacional llevada a cabo en el Comité Nacional el pasado viernes 10 de noviembre. A pesar quizá, de la imposibilidad de medirla adecuadamente debido a su contemporaneidad.
En efecto, la Asamblea convocada por un grupo de dirigentes partidarios de prácticamente todos los distritos del país que no han especulado con su suerte personal y han tenido en miras el objetivo del conjunto, debe inscribirse entre los hechos trascendentales de la vida de la UCR y ,porqué no, de la República Argentina.
Quizá suene presuntuoso o altanero decirlo en esos términos, pero correspondería interrogarnos acerca de qué habría sido de la Unión Cívica Radical, tironeada por las facciones peronistas de Kirchner, Duhalde o Lavagna, si esta Asamblea no se hubiere realizado. La respuesta surge espontáneamente: se habría extendido el certificado de defunción de la fuerza política más antigua del país, la que dió las más nobles batallas de la civilidad a lo largo de 115 años. Los gajos de esta expresión política se habrían dividido y, consecuentemente, el radicalismo hubiera quedado mimetizado con otras fuerzas en las antípodas ideológicas y doctrinarias, anulado y esterilizado.
Esa posibilidad, desde el viernes, no existe en la agenda política argentina. Todos los hombres y mujeres radicales que participaron en la Asamblea Nacional Autoconvocada de la U.C.R. y todos aquellos que, sin poder venir hasta la sede partidaria, acompañan el espíritu reivindicativo del radicalismo han puesto un freno a la dispersión, a la extinción.
Por eso el motivo de orgullo y de compromiso es doble: por un lado por lo que se ha hecho, esto es resistir a las presiones y la posibilidad de disgregación y disolución y, por el otro, plantearse la continuidad de este espacio como expresión genuina de los principios, la doctrina y la historia radical.
La Mesa de Enlace Nacional que ha quedado constituida tiene por delante la difícil misión de consolidar la tarea que se ha venido haciendo.
Cada militante y cada afiliado de cada pueblo del país sabe, hoy, que otros muchos piensan igual y puede encontrar un canal de militancia y expresión.
Sabemos, en definitiva, que no nos vamos a vender por una obra pública ni a dejarnos seducir por los mismo que nos han llevado al estado de postración partidaria preexistente a la celebración de la Asamblea Nacional.
El desafio en el corto plazo es llevar a la próxima Convención Nacional la expresión de este ideario y tornarlo mayoritario de manera de cortar con los atajos de la dirigencia claudicante pretende tomar. Atajos que la propia Asamblea Nacional autoconvocada debe ser cuidadosa de evitar. Porque siempre podrán aparecer aquellos logreros trasnochados que, sin haber apostado ni aportado a la construcción de una alternativa radical, pretendan erigirse en sus líderes o referentes, sólo porque, tengan un índice de conocimiento en la opinión pública o midan mejor en determinadas encuestas.
Esos intentos ubicuos y oportunistas quedarán localizados en las fronteras de la Asamblea Radical porque no expresan los postulados que pretendemos reivindicar.
No hay que tener miedo, hubo un Mitre y una fracción acuerdista en la Unión Cívica y podría haber otro en la UCR de 2006.
Ni aquel ni este tendrán espacio para tomar la bandera y llevarla a la victoria. Hoy no sólo importa la bandera, también y fundamentalmente quién porte el estandarte.
En defintiva, el orgullo de la tarea realizada debe reproducirse geométricamente en compromiso militante y éste en inserción social. Ese es nuestro desafio.
A eso estamos convocados.

Hay esperanza.

Hay UCR

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