Doctor Raúl Ricardo Alfonsín, Presidente de la Nación Argentina (1983/1989)
12 de marzo de 1927 – 31 de marzo de 2009
ALFONSÍN, EL HOMBRE PROVIDENCIAL DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA
por Diego Barovero y Fernando Blanco Muiño*
En la vida de los pueblos suele ocurrir que aparecen hombres providenciales destinados a ocupar un lugar de relevancia fundamental en la historia de las naciones. Son hombres (o mujeres) cuya vida, prédica, ejemplo y accionar resulta decisiva en determinada circunstancia histórica para guiar a sus compatriotas en momentos cruciales, capaces de inspirarlos y canalizar el espíritu de cambio que anida en los corazones y mentes.
Sin lugar a dudas la figura de Raúl Ricardo Alfonsín corresponde a esta categoría de seres humanos, la de los hombres providenciales.
Porque: ¿Cuál hubiera sido la historia de la República Argentina sin el triunfo de Alfonsín y la Unión Cívica Radical en las elecciones del 30 de octubre de 1983?
Sin ánimo de iniciar un ejercicio de ucronía, debemos sincerarnos y reconocer que seguramente la historia argentina de estos últimos veinticinco años pudo haber sido otra.
Por lo pronto y a mero título de ejemplo, pudo no haber habido juicio a las Juntas Militares y por ende se habría consagrado la impunidad de la represión ilegal, tal como lo planteaban la plataforma y el candidato del PJ Italo Lúder al sostener la legalidad de la ley de facto de autoamnistía.
Pudo no haber sido creada la CONADEP ni haberse investigado acerca de las gravísimas violaciones a los derechos humanos en tiempos de la dictadura militar. Vale señalar que la CONADEP fue un organismo independiente integrado por los más prestigiosos representantes de diversos ámbitos del quehacer nacional y que el justicialismo rechazó participar de ella y de su labor.
Pudo no haberse alcanzado el tratado de paz y amistad con la hermana República de Chile en el conflicto por el canal de Beagle siguiendo el laudo dictado por su santidad Juan Pablo II y ratificado por una abrumador mayoría de la ciudadanía en una consulta popular ejemplar, a la que el peronismo convocó activamente a no votar o votar en contra del instrumento pacificador.
Es probable asimismo que no se hubiese normalizado democráticamente la vida de las univesidades argentinas haciendo realidad los principios históricos de autonomía y cogobierno establecidos por la Reforma Universitaria de 1918.
No vale la pena extenderse más para concluir que la historia del último cuarto de siglo pudo haber sido muy diferente si Alfonsín no hubiera sido el primer presidente de la transición democrática argentina iniciada en 1983.
También por ello, Raúl Alfonsín fue destinatario del reconocimiento de cientos de miles de argentinos que particiaron de sus funerales bajo una persistente lluvia, quizá como el postrer tributo ciudadano a la obra realizada por el hombre de Chascomús.
Le correspondió ser el primer presidente de la democracia renacida en 1983 en gran medida por su prédica positiva, convocante y exenta de revanchismo, pero de profundo sentido libertario. Vale tan sólo mencionar la emoción que provocaba entonces cuando cerraba sus alocuciones públicas (en todos los mitines que organizó desde las más importantes concentraciones urbanas hasta los más recónditos rincones de la vasta geografía nacional) pronunciando el Preámbulo de la Constitución Nacional, por él convertido en rezo laico, santo y seña de la cruzada democratizadora. Y también fue sin duda el artífice indispensable de la consolidación del sistema democrático, no solamente como forma de gobierno sino como modo de vida ya definitiva e inexorablemente incorporado a la cultura argentina.
Todos sabemos y recordamos que se vivieron momentos complicados, harto difíciles durante su mandato, donde debimos aprender a convivir en democracia más allá de las lógicas y esperables diferencias y defenderla de las acechanzas que, en aquellos años fundacionales con mayor ahínco, se hicieron notar.
Vivir en democracia aparece ahora como una situación normal para las generaciones más jóvenes que tienen como algo lógico el normal desenvolvimiento de las instituciones democráticas o el proceso electoral que cada dos años vivimos en nuestro país. Es que han tenido el privilegio de nacer con la democracia felizmente consolidada en la Argentina en gran medida por obra de Alfonsín quien para ellos es como un personaje de los libros de historia. ¡Y vaya si lo es!
Es que Alfonsín, entre sus muchos méritos, supo interpretar mejor que nadie ese anhelo popular, esa pulsión colectiva que clamaba por la democratización de nuestra vida como sociedad.
Hoy, habiendo pasado el tiempo de aquellas jornadas históricas, y tras el más largo período de vigencia de las instituciones republicanas desde comienzos del siglo XX, el pueblo - aún aquellos que disienten con su filosofía y sus principios políticos - lo reconoce con respeto y hasta con gratitud.
Porque Alfonsín conservó hasta el final de su vida terrena esa virtud comunicativa y carismática con la sociedad desde sus días de campaña de 1983 cuando recorrió dos veces el territorio de la república llevando su mensaje democratizador.
Octavio R. Amadeo en "Vidas Argentinas" al referirse a la vejez de una figura consular de nuestra Patria dice: "le fué otorgada la vejez, que es casi un virtud. Y cuando se llega a ella con salud moral y física, con utilidad social, es como una santidad...Fué un gran viejo; la vejez es una dignidad y una virtud. Producir un viejo es un éxito de la naturaleza y una victoria de la raza". El sayo le cabe con creces al insigne Raúl Ricardo Alfonsín, que fue grande sin haber pretendido querer serlo.
*Vicepresidente y Secretario General del Instituto Nacional Yrigoyeneano. Introducción a “RAÚL ALFONSÍN. Juicios más balanceados”. Facultad de Derecho Universidad de Buenos Aires, Cátedra Libre Democracia y Estado de Derecho “Dr. Raúl Alfonsín”
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