Por
Diego Barovero y Fernando Blanco Muiño *
Pasada la euforia y los discursos, llega la hora de la reflexión y el oficialismo debería hacer un análisis detenido del resultado electoral del domingo 28 pasado, al que pretende adjudicarle categoría de “plebiscito” de la gestión de Néstor Kirchner para avalar la legitimidad de la futura presidente, a la sazón su cónyuge, Cristina Elisabet Fernández .
No hay más que tomar los guarismos que ofrece el propio gobierno, relativo a los resultados del escrutinio provisorio cargados en la web del Ministerio del Interior para sacar conclusiones más que interesantes sobre el particular.
Comencemos por decir que el padrón total de ciudadanos habilitados para sufragar estaba integrado por algo más de 27 millones de ciudadanos (27.090.236 para ser exactos). Sin embargo, solamente participaron de los comicios 19.435.838 ciudadanos. De ello se desprende que 7.654.398 personas que estaban en condiciones de votar eligieron no hacerlo. Si a este alto número de ausentes le sumamos aquellos votantes que sufragaron en blanco o anularon su voto, la cifra trepa a casi nueve millones (8.841.047). Eso representa el 32,63%, es decir casi un tercio del total de argentinos en condiciones de emitir el voto que por una u otra razón omitió participar del comicio, o bien depositó su voto en blanco o lo anuló.
Si tenemos en cuenta estos números y sobre ellos calculamos la incidencia de la performance electoral de la senadora Fernández de Kirchner, a quien se le adjudica haber obtenido el 44,9% sobre el universo de los votos afirmativos válidos, pero haciéndolo en base a la totalidad del padrón habilitado, ella fue avalada por el 30,24%.
Es evidente, tal como sostuvimos en ocasión del proceso electoral de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que tal como están dadas las cosas existe una preocupante incapacidad del sistema político de atraer adhesiones por parte de una gran cantidad de ciudadanos argentinos que se autoexcluye del proceso electoral o lo hace a regañadientes y bajo protesta emitiendo votos invalidos (nulos o en blanco). Las dificultades operativas padecidas por los votantes así como las maniobras del “aparato” oficial para desalentar la participación electoral para “pinchar” expectativas opositoras solo coadyuvan a un mayor abstencionismo.
A fin de cuentas, no deja de ser dramático para un presidente y una gestión que se han pasado cuatro años haciendo de todo para que le crean que vale en adhesiones mucho más que las que obtuvo en 2003, cuando perdió las elecciones tras cosechar un magro 22% de los votos y que llegó al poder por la deserción del adversario que lo superó en votos y que no quiso someterse al “ballotage virtual ” creado por la Constitución reformada por Menem y Alfonsín. Otra alquimia que sería hora de modificar si pensamos en un país “en serio”, como reza la publicidad oficial.
* Abogados. Profesores de Derecho Constitucional (UBA)